domingo, 7 de febrero de 2010

La posibilidad de ser madre, el aborto, un testimonio para reflexionar

No puedo matar a la madre que llevo dentro
Es fácil matar a un hijo que se lleva dentro de las entrañas. A mí me resulta muy, muy dificil matar a la madre que llevo dentro
 
No puedo matar a la madre que llevo dentro
No puedo matar a la madre que llevo dentro
Este nuestro mundo sin dudas, está lleno de contradicciones, y en cada caso personal nuestra vida a veces nos trae al presente ironías, en algunos casos cómicas, en otras poco menos que trágicas.

Ayer, a la siesta, volví a soñar ese sueño recurrente. Apenas abrí los ojos le conté a mi marido. Las lágrimas corrían ardientes por mi rostro. Sin embargo no sollozaba. Lloraba con un dejo de serenidad. Sería tal vez por sentirme contenida en los brazos de mi marido que me decía: "Ves cómo hace las cosas MI AMIGO (DIOS)? Justo estoy aquí para acompañarte, y en un rato vas con tu psicóloga.

En efecto, sintiéndome por completo abatida, emocional y físicamente, acudí a mi sesión. Al relatarle mi sueño a Verónica, volvieron mis lágrimas a desbordarse de mis ojos, inclusive a ella misma se le enrojecieron un poco.

Me quebré, me turbé sólo cuando le pregunté si eso era "LOCURA". Realmente sentía miedo de que estuviera volviéndome loca, mucho miedo.

Porque es definitivamente y abrumadoramente inconcebible para mí, soñar que tengo un bebé, por parto natural. Me pregunto cómo puede mi mente haber traído sensaciones que nunca conocí, y tal vez nunca las sienta, como si fueran recuerdo nítido de una experiencia que viví realmente. Ahorrando detalles: sentía las contracciones, sentía como me succionaba ambos senos apenas había nacido mi varoncito.

Ya tengo 41 años, aunque a veces digo 39, porque en general mi estado es bueno. El hecho de ir elaborado mi duelo por no haber podido tener hijos y asumirlo con resignación lo más natural posible hace que mi ánimo esté mejor.

Encontré al amor de mi vida pasados los 30, mientras tanto, médicas no actualizadas que dejaban entrever su sensación de que yo exageraba las dolorosísimas menstruaciones que me aquejaban cada mes, me trataban sólo con analgésicos una endometriosis brutal.

De modo que hasta que un buen médico me trató, me operó, se me vivnieron encima los años, de modo que aún creo no ser justo adoptar un niño a mi edad. Además que los trámites para adoptar resultan excesivamente largos y tortuosos.

Así es que siento que lo irónico es: que es fácil matar a un hijo que se lleva dentro de las entrañas. A mí me resulta muy, muy dificil matar a la madre que llevo dentro.

Me está dando vergüenza que se me corran las lágrimas aca, en este CIBER atestado de gente.

Esto que escribí es real. Es mi historia. Y podría escribir un libro ( y en realidad me gustaría) con cada experiencia que viví mientras esperaba en algún momento quedar embarazada.

Ojalá así como Dios me inspiró a contártela, le inspire a aquellas mujeres que quieren anular su capacidad de dar vida, o que tengan la terrible y abominable idea de matar a un hijo, a recibir ese don maravilloso inigualable, que a algunas mujeres se nos ha negado.

Deseo con mucha fuerza que esto sirva para algo, le sirva a alguien. Un beso.

Comenarios al autor: beirech@yahoo.com.ar

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PADRE MONTI

Corría el siglo XIX y el agnosticismo cundía entre las gentes. Fue entonces cuando el Espíritu Santo inspiró a varios hombres y mujeres excepcionales, enriquecidos con el carisma de la “asistencia” y de la “acogida”, para que el amor al prójimo convenciese al hombre escéptico y positivista a creer en Dios-amor.
El Padre Luigi Monti, beato de la caridad, pasó a engrosar las filas de fieles sumidos en el Espíritu Santo. Dio fe del amor al prójimo bajo la insignia de la Inmaculada: la Mujer que nó conoció el pecado, símbolo de la liberación de todos los males.
Luigi Monti, religioso laico, a quien sus discípulos veneraban llamándole “padre” debido a su irrebatible paternidad espiritual, nació en Bovisio, el 24 de julio de 1825, el octavo de una familia con once hijos. Huérfano de padre a los 12 años, se hizo carpintero para ayudar a su madre y a sus hermanos pequeños. Joven apasionado, reunió en su taller a muchos artesanos de su edad así como a campesinos para dar vida a un oratorio vespertino. El grupo se denominó la Compañía del
Sagrado Corazón de Jesús, pero el pueblo de Bovisio no tardó en apodarlo “La Compañía de los Hermanos”.
Dicha compañía se caracterizaba por la austeridad de vida, la dedicación al enfermo y al pobre, por el tesón para evangelizar a los que se hallaban alejados del camino. Luigi capitaneaba el grupo. En 1846, a los 21 años de edad, se consagró a Dios y emitió votos de castidad y obediencia en manos de su padre espiritual. Fue un fiel laico consagrado a la Iglesia de Dios, sin convento y sin hábito.


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